Acerca de la pintura del Siglo XIX en España
En la pintura española decimonónica nos vamos a mover entre los términos neoclasicismo y romanticismo, realismo, costumbrismo, preciocismo y pintura de historia, impresionismo y postimpresionismo o luminismo valenciano.
La pintura española del siglo XIX pertenece a un periodo complejo, y que en muchas ocasiones se ha tratado con demasiada superficialidad. Del mismo modo, la pintura producida en este tiempo ha sido con frecuencia denostada.
La precisión técnica que alcanza la pintura en esta época es algo que “entra muy bien por los ojos” al gran público y esto puede ser un excelente punto de partida para adentrarse en un análisis más profundo de estas obras.
Estilos pictóricos siglo XIX
Hay que mencionar la diversidad de estilos y aproximaciones que se realizan a lo largo de toda la centuria. Desde el neoclasicismo al impresionismo, las variaciones de referentes, inspiraciones y técnicas reflejan bien la convulsión social y cultural que atraviesa esas décadas, así como la llegada de la idea de modernidad.
Pero también hay espacio para el recreo, ya que es fácil que dejemos volar nuestra imaginación ante las magníficas representaciones de la burguesía, ataviada con exquisitas telas, o con esas pinturas de historia en las que aparece un gran dramatismo.
Y por último, el siglo XIX nos permite analizar distintas formas de pintar que se suceden con rapidez. Desde una técnica pulcra y contenida, en la que apenas podemos apreciar la huella del pincel en la superficie de la obra, hasta la desmaterialización de ese dibujo que va poco a poco irrumpiendo desde el romanticismo y eclosiona en las dos últimas décadas del siglo.
Pintores famosos del siglo XIX
Saturno devorando a su hijo – Pinturas negras Francisco Goya
Francisco Goya
La figura de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) es única, en tanto que no se ciñe a la corriente estilística general.
Además de sus famosas “pinturas negras”, hay que prestar atención a sus primeras producciones en la Corte con el diseño de cartones para tapices destinados a la redecoración de los Reales Sitios madrileños en tiempos de Carlos III y Carlos IV. Aunque técnicamente nos encontramos en producción del periodo anterior, nos servirá para comprender el desarrollo del costumbrismo, el pintoresquismo y los regionalismos que se desarrollan durante el siglo XIX.
En sus obras la gente común va ganando protagonismo en un espacio habitualmente reservado a personajes relevantes o, si acaso, a versiones idealizadas del pueblo. La capacidad de Goya para reflejar la belleza de lo aparentemente corriente, así como plasmar las miserias socialmente aceptadas, nos muestran a una persona que se encuentra constantemente analizando el mundo que le rodea, y no solo con una finalidad estética.
Su papel como retratista de la Corte y la alta sociedad de la época se refleja en la gran cantidad de personajes relevantes que posaron para él, y en los que encontramos algunos ejemplos excelentes de imágenes que nos dejan intuir más allá del aspecto externo.
Hablando de modernidad, la capacidad para abordar géneros, así como para replantearlos, y de utilizar sus habilidades técnicas y creativas para construir imágenes expresivas y elocuentes, que resultan incluso vigentes hoy en día, lo convierten en un artista que tiene mucho que ver con las figuras que encontramos en los siglos XX y XXI.
“Nunca se pintó tan bien como en el siglo XIX”
“Nunca se pintó tan bien como en el siglo XIX” han llegado a decir muchas personas, empleando ese “bien” para hablar de la depuración y excelencia técnicas que alcanza la pintura figurativa.
Vicente López Portaña
Retrato de Vicente López de Portaña
En el caso de Vicente López Portaña (1772-1850), pintor de cámara de Fernando VII y retratista eminente de la primera mitad del siglo XIX, nos muestra la capacidad de la pintura oficial para ofrecer imágenes que ennoblecen, dignifican y hacen amables a las personas retratadas.
Sus obras son el resultado de una descripción meticulosa, en la que la huella del pincel aparece solamente (y ni siquiera en todos los casos) cuando contemplamos la pulida y reluciente superficie pictórica de cerca. Esa atención al detalle hace que los accesorios, como el atuendo y la escenografía (en caso de haberla), aparezcan reflejados con mimo, de forma que nuestra mirada pueda detenerse en ellos y recrearse durante unos instantes.
Nos encontramos ante el ejemplo de un pintor del siglo XIX que sabe darle a sus comitentes obras que les satisfagan enormemente, ya que se encontrarán con versiones excelentes de sí mismos, sin caer en una idealización que difumine demasiado sus rasgos. Parece que López y Portaña era uno de esos pintores del XIX españoles que sabía ver lo mejor de cada persona que posaba para él, aunque a veces esto supusiera todo un reto.
Familia Madrazo
Los Madrazo son una de las grandes sagas del siglo XIX y una de las familias más influyentes en la escena del arte oficial. Nos encontramos en el romanticismo, un periodo de expresiones diversas, con varias corrientes. La manera de Federico de Madrazo (1815-1894) pertenece a aquella más ligada a la Academia, que hereda la base dibujística desarrollada durante las primeras décadas del siglo y mantiene cierta solemnidad. Esto resulta muy apreciable en sus retratos, el género en el que sobresalió y al que se acabó dedicando casi en exclusiva.
La precisión con la que retrata a los personajes puede resonarnos a lo que experimentamos al contemplar las obras de Vicente López, aunque el resultado es diferente. De hecho, si se comparan retratos de ambos, podemos apreciar diferencias propias de sus estilos personales, pero también los cambios en la etiqueta de la sociedad del momento.
Carlos de Haes (1826-1898) aunque es nacido en Bruselas, vivirá en España desde niño, destaca papel fundamental dentro de la Academia española.
Durante el siglo XIX el paisaje como género recorre un camino parejo al que recorre el propio artista, la manera de apreciar el entorno, el gusto por una naturaleza tan hermosa como inabarcable, o la forma de retratarla gracias a los avances de la pintura industrial que desembocará en el impresionismo, son elementos que podemos discernir si recorremos las creaciones de algunas de las figuras más destacadas.
Dentro de la escuela paisajística y la práctica de la pintura del natural, Carlos de Haes fue pintor y profesor fundamental para el desarrollo de figuras venideras. La luz vertida sobre Guadarrama, así como los estudios que realiza en diversos puntos de la Península, arrojan visiones que nos resultan más cercanas que las escenas recogidas por otros pinceles europeos, y en las que podemos apreciar el gusto por capturar los diversos matices que ofrece la luz en función del momento del día representado.
Dentro de la pintura oficial del siglo XIX, la denominada como Pintura de Historia conforma el género estrella. Lienzos de inmensas proporciones representarán episodios del pasado remoto o reciente, reinterpretados de forma que sirvan a propósitos actuales. Nos encontramos en un periodo que combina la revolución industrial con una mirada romántica a siglos anteriores. Esto es algo que puedes comprobar fácilmente con los “estilos neo” o historicismos en el caso de la arquitectura.
Dentro de la convulsión política y social que caracteriza al siglo, será común encontrarnos con interpretaciones interesadas de personajes pasados de forma que puedan presentar precedentes para situaciones actuales o cuyo retrato actualizado sirva de inspiración o símbolo a causas concretas.
En el caso de Antonio Gisbert (1834-1901), tiene la capacidad de narrar de forma clara los acontecimientos y poner el foco en el dramatismo de la escena representada a través de la composición y las actitudes de los personajes que aparecen en ellas, como es el caso de dos de sus obras más conocidas: El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, o la Ejecución de los comuneros de Castilla. Hemos de decir que la pintura del XIX fue una gran inspiración para la dirección de arte cinematográfica.
Francisco Pradilla (1848-1921) consiguió situar a las grandes composiciones históricas, que tanto éxito tenían en el siglo XIX español, en lo más alto de la pintura europea. Su Juana la Loca bien puede considerarse como una de las mejores obras del siglo, obteniendo con ella un clamoroso éxito, no sólo en España, sino en las capitales artísticas del viejo continente. Pradilla nace en la localidad aragonesa de Villanueva de Gállego en 1848, formándose en Zaragoza con el escenógrafo Manuel Salvador. Pero Francisco quiere picar más alto y se traslada a Madrid, ingresando en la Academia de San Fernando. Obtiene en 1874 una pensión para trasladarse a Roma y continuar su aprendizaje, quedándose en tierras italianas unos diez años. En 1878 envió su Juana la Loca a la Exposición Nacional, obteniendo una Medalla de Honor gracias a la brillantez y la fuerza de su estilo realista, en el que las pinceladas de óleo vibran y se aprecian claramente en el lienzo. El éxito obtenido motivó que el Senado le encargara un cuadro sobre la rendición de Granada. En 1881 fue nombrado director de la Academia Española en Roma, cargo que abandonó después de dos años para regresar a Madrid. La quiebra del banco donde tenía depositados sus ahorros provocó en el pintor un increíble deseo de trabajar, encerrándose en su estudio durante quince horas diarias, sin relacionarse con el mundillo artístico del momento. En su amplia producción destacan los cuadros de género y los retratos, así como la decoración del madrileño Palacio de Linares. Pradilla falleció en Madrid en 1921, siendo durante una temporada director del Museo del Prado.
A finales del siglo XIX era posible para las mujeres acceder a cierto nivel de formación artística, si bien su contenido era muy acotado y siempre de los límites de lo considerado como moral y socialmente aceptable. Debido a su posición acomodada, Elena Brockmann de Llanos (1887-1896) pudo complementar esa formación más allá de las clases de la Academia y desarrollar así sus cualidades en mayor grado.
Cultivó varios géneros, y en ella podemos apreciar la huella que dejan algunos aspectos del romanticismo a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, con esos gustos costumbristas y la mirada hacia los regionalismos que en múltiples ocasiones parecen inseparables de la mirada pintoresca.
Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923) tiene una gran capacidad para el retrato como por su estudio y aplicación de la luz al hilo del desarrollo del impresionismo pero que resulta en un estilo diferente.
Con Sorolla podemos apreciar cómo esa pintura detallada y minuciosa de la primera mitad del siglo XIX parece desmaterializarse, sin que esto reste acierto a la representación. Al contrario, esta recuperación de la utilización de la mancha para construir volumen resulta muy verosímil. ¿Por qué? Porque el estudio de la luz y su fragmentación en colores, así como su aplicación en la representación pictórica, hace que reconozcamos los elementos de una manera más natural, ya que su manera de representarlos se asemeja a la forma que tiene nuestro ojo de captar lo que vemos.
Por ello, aunque en otros estilos podamos apreciar perfectamente delineados los bordados exquisitos de un tejido, si echamos un vistazo a la forma que emplea Sorolla de recrearlos, resaltando parcialmente algunas partes y puntadas, en este último caso nuestro ojo seguirá comprendiendo perfectamente el conjunto. Porque no se trata solo del objeto, sino del objeto en el espacio bajo una luz determinada.
Sorolla le debe mucho a Velázquez y a Goya, y quizá por eso sea tan apreciado, porque parece retomar un testigo que dejaron dos figuras muy singulares de la pintura española tiempo atrás.
A pesar del olvido al que ha estado sometido durante el siglo XX este periodo, poco a poco nuestra mirada vuelve a posarse sobre una época tan compleja como apasionante.
Citamos algunos pintores antes de concluir: de los seguidores de Goya destaca Eugenio Lucas Velázquez. Con el romanticismo se pueden identificar pintores como Jenaro Pérez Villamil, Antonio María Esquivel y Valeriano Domínguez Bécquer.
Dentro del realismo, costumbrismo y preciocismo, Mariano Fortuny y Marsal (Reus, 11 de junio de 1838-Roma, 21 de noviembre de 1874) fue un pintor, acuarelista y grabador español, considerado junto a Eduardo Rosales uno de los pintores españoles más importantes del siglo XIX, después de Goya.
Ramón Martí Alsina es otro pintor identificado con el realismo.
El impresionismo español es una etiqueta de definición problemática. Se identifican con ella pintores como Agustín Riancho, Aureliano de Beruete y Darío de Regoyos.
A finales de siglo, se produce una pintura regionalista con:
Castelao, nacido en Galicia (1886-1950), importante escritor, pensador y pintor español, destacado por su realismo.
Valentín de Zubiaurre, nacido en el País Vasco (1879-1963).
Ignacio Zuloaga, también vasco (1870-1945), pintor del paisaje castellano y fuerte realista, caracterizado por su crudeza en el dramatismo.
Los andaluces Manuel Gómez-Moreno González y su amigo Francisco Muros Ubeda representantes de este período, reproducen la vida íntima de la clase media y artesana y algunos paisajes románticos como la Alhambra de Granada.
Citamos la exposición celebrada en el Museo del Prado en 2022 titulada Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España.