Sobre el cuadro Divina Pastora de la Escuela Colonial de finales del siglo XVIII
El tema de la Divina Pastora se popularizó en Andalucía y aún más en Sevilla en el siglo XVIII, gracias al monje capuchino fray Isidoro de Sevilla que en 1705, encargó un lienzo de este tema a Alonso Miguel de Tovar, pidiéndole que representara lo más fielmente posible la visión que de María había tenido.
Éste pintor junto con Bernardo Germán Llorente crearon una iconografía típica que se popularizó enseguida llegando a todos los rincones de Andalucía con diferentes calidades técnicas.
No es de extrañar que dada la gran popularidad del tema y al constante flujo de influencias que suponía el puerto de Sevilla con los constantes viajes que de aquí partían a las Américas pronto se extendiera este tema también por el Nuevo Continente, manteniendo la composición típica creada en Andalucía pero imbuyendo a estas obras del trazo y el carácter típicamente colonial.
Así la Virgen se presenta sentada en una roca en campo abierto, en su regazo el Niño ambos con ropas populares, pellica de lana de oveja y sombreros de campesinos. El Niño alimenta a las ovejas con flores mientras su Madre las acaricia. Detrás de ellos unos árboles que a la derecha se abren dejando ver un paisaje que se prolonga hasta el horizonte; en un medio plano un lobo (en otras ocasiones suele ser un dragón) ataca a una oveja que huye despavorida.
Esta representación sigue fielmente la descripción que de esta advocación mariana hace el fraile: