El lienzo nos presenta el tema iconográfico del Juicio de Paris, historia de la mitología griega que supone el origen de la explicación mítica de la Guerra de Troya y que aparece en las Fábulas de Higino.
La historia se desencadena a partir de que Eris, diosa de la discordia, que molesta por no haber sido invitada se presenta en la boda de Tetis con Peleo y deja una manzana de oro retando a la más hermosa de las diosas a recogerla.
Ante la disputa entre Venus, Juno y Minerva, Zeus envía a Mercurio, al que podemos ver en un segundo plano de perfil, a buscar al príncipe pastor de Troya Paris para que sea el juez de la disputa. En primer plano podemos ver a Paris sentado sobre una piedra frente a las tres diosas, que intentan sobornarle ofreciéndole distintos dones. Finalmente elige a Venus, que le había prometido el amor de la mujer más bella del mundo, Helena, la esposa del rey Menelao.
Helena se enamora de Paris, que decide raptarla, acto que desembocaría en la ira de su marido y por consiguiente, en la guerra de Troya.
El lienzo nos muestra el tema a través de una composición equilibrada y clasicista, con un grupo de figuras que se muestran en el centro de la escena en un espacio abierto en el que podemos ver un claro que se abre al cielo tras la figura de Minerva, que como diosa de la guerra aparece ataviada con casco y coraza, y un espacio más oscuro, con vegetación, que se configura como fondo de la figura de Paris y Mercurio, quedando este último menos iluminado, como personaje secundario del relato.
El centro de la escena lo protagoniza Venus, que aparece semidesnuda recibiendo la manzana de oro de mano de Paris y tras ella, podemos ver la figura de Juno que con un gesto con su mano intenta impedir la victoria de su adversaria. También podemos observar la figura de un geniecillo junto a Paris, una figura habitual en la representación de este tema iconográfico.
Dentro de la pintura italiana este lienzo se corresponde, a rasgos generales, con la continuidad de la escuela boloñesa fundada en 1582 por Ludovico Carracci y sus primos Agostino y Annibale como respuesta al manierismo imperante en su época. Gran clasicismo, idealización de las figuras, que aparecen representadas en su estado más bello, alejándose de la corriente naturalista liderada por Caravaggio en la misma época.
Sin embargo, encontramos algunos rasgos que nos indican el conocimiento del autor de las diferentes corrientes pictóricas, como es el caso del color y la configuración de las figuras, volumétricas, rotundas y casi escultóricas propias de la tradición de la escuela romana. Esta combinación de rasgos es muy habitual en la pintura del siglo XVII, momento en el que Roma es el centro mundial del arte, pero en el que los artistas realizaban numerosos viajes en los que tenían la oportunidad de conocer las escuelas locales de pintura.
En cuanto al tratamiento del tema, nos encontramos ante una imagen profundamente original, ya que el autor se ha alejado de la forma tradicional de representar este asunto, en el que las tres diosas suelen aparecer desnudas.
En este caso solo podemos ver desnudez de forma parcial en el cuerpo de Venus, como diosa del amor y la belleza, mientras que en Minerva y Juno aparecen completamente ataviadas. Asimismo se trata de una forma de concebir el tema profundamente expresiva. El tema se representa en el momento de máxima tensión de la narración, el instante en el que Paris dicta su veredicto.
Venus resulta victoriosa y como tal se convierte en el foco principal de la composición, a través de un gesto delicado, mientras que Minerva y Juno muestran su disgusto de una forma muy gestual, Minerva se señala a sí misma y Juno intenta intervenir a través de un gesto con la mano.