El presente cuadro forma parte de la producción del pintor y escultor español José San Bartolomé LLaneces, más conocido en el mundo atístico como José LLaneces, artista activo entre finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX.
Aunque de origen humilde, sus grandes cualidades artísticas le llevaron en su infancia a estudiar a en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y posteriormente en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, lugar desde el cual acudía al Museo del Prado con regularidad para estudiar las obras de los grandes maestros, especialmente Velázquez, su gran influencia en sus primeras obras.
¿Estás interesado en este cuadro? > Contacta
En 1888 viajará a París y a partir de ese momento se convertirá en uno de los pintores españoles más internacionales. Formó parte activa de la colonia de artistas españoles en Francia. Allí pintaba pintura de género y retratos que vendía a buen precio y se especializó, junto con los pintores Francisco Domingo Marqués y Máximo Juderías Caballero, en uno de los géneros de moda de la época y que le catapultaría a la fama, la llamada pintura de casacón, que representaba personajes ataviados al estilo de los siglos XVII y XVIII. Su presencia en los círculos artísticos del momento fue muy notoria, participando en varias Exposiciones Universales en las que siempre conseguía reconocimiento, como en el caso de la Exposición Universal de París, por la cual consiguió ser nombrado Caballero de la Legión de Honor francesa. Asimismo fue nombrado Caballero de la Orden de Carlos III por su gran aportación artística en el extranjero. También formó parte de la junta directiva de la Asociación de Artistas Españoles residentes en París.
En las primeras décadas del siglo XX volverá a España y se instalará en Madrid protegido por la reina Maria Cristina donde continuó su labor pictórica para la Casa Real y personajes distinguidos de la sociedad madrileña. A partir de ese momento comienza una gran actividad que le llevará a la organización de varias exposiciones individuales tanto en Madrid como en Sudamérica, especialmente en Argentina, donde realizó muchos contactos exitosos que se tradujeron en encargos.
La obra de LLaneces es ecléctica y se va a adaptar las necesidades de esta variada clientela, aunque siempre se mantuvo fiel a su espíritu académico y rechazó las nuevas corrientes pictóricas vanguardistas. Además de sus famosos cuadros de casacón, que fueron pasando de moda medida que avanzaba el siglo XX, LLaneces realizará otro tipo de obras de tipo costumbrista con un marcado carácter decorativo, como es el caso de Niños recogiendo flores, que muestra un estilo muy cercano a la pintura de Mariano Fortuny y a la de Joaquín Sorolla. Con este último podemos establecer varias similitudes en el uso del color, el tratamiento de los niños desnudos y el uso de la luz. Además, a nivel personal ambos estuvieron vinculados con el mundo de la fotografía (Sorolla por contacto con su suegro y LLaneces porque en su infancia fue ayudante del famoso fotógrafo Pedro Martínez de Herbert), lo que sin duda influyó en la obra de ambos artistas.
En esta obra LLaneces nos muestra una escena amable, elegante y colorista con una técnica impecable y cuidada.
En un primer plano observamos una pequeña zona de sombra en la que se ubica un cesto con flores, seguido de un segundo plano más desarrollado en profundidad a través de las sombras de los personajes, en el que se desarrolla la escena principal: cuatro niños pequeños, desnudos y de proporciones redondas, como los angelotes clásicos, recogen flores de un pequeño árbol y las almacenan en cestas. Cada uno parece tener una tarea asignada, de modo que consigue una composición y una escena muy dinámicas. Por último,el tercer plano nos ayuda a situar espacialmente la escena, una casa blanca con una tapia parcialmente cubierta de vegetación. En la parte derecha, relegado a la esquina superior derecha, el cielo despejado. Es una escena veraniega, en un ambiente de playa, en la que Llaneces hace alarde un conocimiento extraordinario de la luz, dorada, que recae sobre los cuerpos de los niños, sonrosados por la exposición, creando esa sensación atmosférica de un verano soleado. El delicado y estudiado juego de sombras que proyectan todos los elementos del cuadro contribuye a una sensación espacial todavía más auténtica. El lienzo parece ser, además, producto de un encargo o quizá regalo familiar, ya que presenta a una dedicatoria.
Continuar leyendo