En esta obra vemos una representación triunfante y apoteósica de santo Tomás de Aquino, alzado sobre los representantes de las herejías luterana, arriana, pelagianista y calvinista, acompañado por el Espíritu Santo y ante un cielo tormentoso que se abre ante él, mostrándole la luz divina. A sus pies vemos a cuatro personajes, identificados por filacterias y un libro, donde podemos leer los nombres de Lutero, Arrio, Pelagio y Calvino. Santo Tomás vivió en el siglo XIII, por lo que sólo atacó directamente al arrianismo y el pelagianismo. Lutero y Calvino son personajes de los siglos XV y XVI, que sin embargo resultan igualmente refutados por los escritos del santo, como ilustra esta imagen.
A nivel compositivo, se trata de una imagen típicamente contrarreformista y propia del pleno barroco español, dinámica y triunfal, de acusado carácter escenográfico y claro sentido didáctico. La composición es clásica, con diagonales abiertas en el centro, que confluyen en la figura del santo, que además luce unas grandes alas que son un eco de las diagonales del paisaje.
Por sus características de estilo y forma, podemos relacionar esta obra con la mano de Acisclo Antonio Palomino, pintor y uno de los más destacados tratadistas de arte del barroco. Palomino se formó en Córdoba bajo la dirección de Juan de Valdés Leal. Viajó a Madrid en 1678, y allí fue introducido en el círculo de Carreño de Miranda y Claudio Coello, quienes le facilitaron el contacto con las colecciones reales y le dieron la oportunidad de realizar sus primeros trabajos para la corte, que le permitieron obtener el título de pintor del rey en 1688. La llegada de Lucas Jordán a Madrid en 1692 le hizo interesarse en la técnica del fresco, llegando a convertirse en uno de los más importantes fresquistas españoles de la segunda mitad del siglo XVII. Entre 1697 y 1701 trabajó en Valencia, y en 1705 viajó a Salamanca para realizar un encargo de tema religioso. Entre 1712 y 1713 pintó una serie de lienzos con escenas y santos relacionados con la historia de Córdoba para la catedral, y entre 1723 y 1725 trabajó en la que sería su última obra, la decoración del sagrario de la cartuja de El Paular de Granada. Ordenado sacerdote al quedar viudo en 1725, actualmente es especialmente conocido por su faceta de escritor y teórico del arte, gracias a su obra “El museo pictórico y escala óptica” (1715-24). Palomino está ampliamente representado en el Museo del Prado, así como en numerosas iglesias españolas y diversos museos de nuestra geografía.
Respecto a la iconografía, santo Tomás de Aquino fue un reconocido teólogo y Doctor de la Iglesia Católica, y vivió durante el sigo XIII en Italia. Máximo representante de la tradición escolástica, y padre de la escuela Tomista de filosofía, su trabajo más conocido es la “Summa Theologica”. Fue canonizado en 1323, y declarado Doctor de la Iglesia en 1567. De hecho, este santo cobra una nueva importancia en el ámbito católico a partir del Concilio de Trento, ya que su obra sirvió a los eclesiásticos para defender el dogma católico frente al protestantismo (es esto precisamente a lo que se alude en esta pintura). De este modo, desde finales del siglo XVI y especialmente durante el XVII, será uno de los santos más representados en los países católicos, y fundamentalmente en España. Se le suele representar como aquí vemos, sosteniendo una pluma que simboliza su carácter de escritor sagrado, inspirado por el Espíritu Santo en forma de paloma, e identificado por un medallón en forma de sol, metáfora de la luz divina, que alude al carácter sobrenatural de su doctrina. Se le suele presentar además con las Sagradas Escrituras en la mano, en alusión a su papel de defensor del catolicismo. En este caso este último aspecto queda reforzado al aparecer venciendo a los representantes de las cuatro herejías mencionadas.